6.4 La insensatez de la devaluación interna como medio para generar competitividad

Si durante el comercio internacional, el endeudamiento de ciertos países se descontrola y la nación acreedora (los exportadores) aconseja a los “perdedores” cómo tener éxito, podría darse la situación que hay ahora en Europa: Alemania considera que los problemas del sur de Europa provienen de una competitividad débil (es decir, sueldos y pensiones altos), lo que causa que estos países no puedan exportar su propia producción y, por tanto, que no puedan ajustar los desequilibrios comerciales, que son cada vez mayores. Por un instante, dejemos de lado nuestro modelo, según el cual incluso con un comercio internacional totalmente equilibrado, la situación sería insostenible (basándonos en la premisa de que las compañías seguirían queriendo obtener ganancias).

Alemania argumenta que ellos mismos fueron el país enfermo de Europa, pero que gracias a la estrategia de la austeridad lograron el éxito. Y así es, en Alemania funcionó. Sin embargo, esta estrategia solo funciona en un país. Cualquier país, pero solo en uno (o en un conjunto de países) pero no en todos los países del grupo.

Cuando Alemania aumentó la competitividad gracias a la bajada de los costos (salarios) y al aumento del volumen de producción, en ese momento todos los otros países de la UE se encontraban en una buena situación económica. De esta manera, al disminuir los costos de producción e incrementar las exportaciones a estos países vecinos, Alemania conquistó mercados que le permitieron su éxito económico. La fuerza y poder del Norte provienen de la voluntad y capacidad del Sur para comprar sus productos. Por supuesto, el desequilibro del comercio internacional tiene las consecuencias descritas por nuestro modelo: enormes déficits, aumento del desempleo y deudas impagables.

Si el consejo del Norte es la austeridad: bajar los salarios y bajar las pensiones (¡ya lo hicimos y miren qué bien nos va hoy!) es realmente estúpido. La austeridad tiene dos consecuencias:

  • Al reducir el poder adquisitivo en países como Grecia, la recesión se manifiesta incluso en sectores de la industria nacional que, en otras circunstancias, podrían prosperar. Si Grecia tuviera su propia moneda, podrían devaluar, lo que causaría la disminución de las importaciones del Norte (por eso el Norte quiere mantener el euro a cualquier precio), mientras que las industrias nacionales, que operan en función de la oferta y demanda locales, podrían seguir funcionando sin interrupciones graves. No obstante, la ausencia de una moneda local está causando la destrucción de estos componentes esenciales de la sociedad y el agravamiento de la recesión.
  • Así como la demanda de productos y servicios nacionales está descendiendo, ¡la demanda de productos importados también está bajando! Los acreedores, que exigen medidas de austeridad, sin duda están cortando la misma rama sobre la que se asientan. ¡Su prosperidad económica proviene de las exportaciones al Sur! Con cada recorte y reducción del poder adquisitivo en el Sur, la economía de las naciones exportadoras también se ralentizará. Se podría pensar que la austeridad en el país A no tendrá un impacto serio en el país B dado que B no exporta grandes volúmenes a A, pero la realidad puede ser totalmente distinta. Puede que B no exporte a A, pero podría estar exportando a C, D, E, naciones que sí dependen en gran medida de A y viceversa. La interconexión de las economías es tan grande que a largo plazo todas se verán afectadas.

Imagine que aun así se adopta esta política y que aquellos países que en la actualidad se enfrentan a problemas alcanzarán la meta a costa de un gran sufrimiento (desempleo, la desaparición de las funciones del Estado, incremento de la pobreza, suicidios, aumento del odio entre naciones, crecimiento del extremismo), es decir, disminuirán los costos de producción y serán otra vez competitivos.

¿Y esto en qué se traduciría?

Pongamos que por ejemplo Grecia (y otros países del sur) bajan los salarios con éxito, de 2000 a 1000 euros al mes. Asimismo, se las arreglan (de alguna manera misteriosa) para desarrollar productos y exportarlos al Norte, como pide Alemania.

Es fácil ver las consecuencias:

  • A causa de la reducción “voluntaria” del poder adquisitivo, el Sur ya no podrá seguir comprando productos importados del Norte, puesto que dejó de ser competitivo debido a que los salarios en el Norte no han cambiado. Esto causará la recesión en el Norte.
  • El Sur, “rejuvenecido” gracias a la austeridad, iniciará exportaciones masivas de sus productos hacia el Norte y, de esta manera, destruirá las industrias de allí, así como con anterioridad sus propias industrias fueron arrasadas por las exportaciones excesivas del Norte.

La reacción del Sur a los nuevos problemas del Norte también será cínica: ¡ahorren como nosotros hicimos al seguir su consejo! Será divertido ver a los griegos y españoles decirles a los alemanes cómo apretarse el cinturón, bajar salarios de 4000 euros al mes, despedir a los profesores, bomberos, policías… realmente genial.

 

¿Ve la inutilidad de la austeridad?

Es un dilema sin solución. Incluso si el Norte, por una u otra razón, aceptara este remedio, este traería el mismo sufrimiento (desempleo, desaparición de las funciones del Estado, incremento de la pobreza, suicidios, aumento del odio entre naciones, crecimiento del extremismo) y el resultado final sería la bajada de los salarios a 500 euros mensuales en el Norte. De esta forma, el ciclo se reanudaría desde la casilla de inicio. Las naciones repetirían para siempre la tortura de la reducción forzada y gradual de los salarios y el aumento del desempleo hasta que los salarios bajaran al nivel de los céntimos e incluso así el proceso de devaluación interna no habría llegado a su fin. Básicamente, es lo mismo que reducir el tipo de cambio mediante una fijación artificial cada vez más baja con el fin de arruinar al vecino —guerra de divisas—. (La única diferencia es que con los tipos de cambio no hace falta imponer el desempleo a la gente para bajar los salarios y así ser más competitivo).

Sencillamente, intentar ser competitivo no es una solución a largo plazo. Por el contrario, solo conduce a la repetición de la estrategia que otros también tengan que adoptarla y a la destrucción mutua.

Por eso tenemos los tipos de cambio. En lugar de la devaluación interna y el gran sufrimiento asociado a esta (que destruye incluso a aquellas industrias nacionales que de otra manera se habrían salvado de la recesión), los desequilibrios se eliminan de manera natural a través del aumento y disminución de los tipos de cambio entre las monedas nacionales. De esta forma el equilibro se restablece con rapidez, porque cuando las exportaciones aumentan, el tipo de cambio del país exportador también aumenta. Si es lo suficientemente alto, tiene lugar una disminución natural de la competitividad, porque los productos se encarecen y la demanda es menor.

Claro está, la condición necesaria es la existencia de tipos de cambio flexibles no manipulados por los políticos. Este es el problema de China y sus socios comerciales, como EE. UU. o la UE. El yuan ha sido devaluado de forma artificial y no sube a pesar del enorme superávit comercial que China ha obtenido año tras año. Esto conduce a un desequilibrio cada vez mayor, como es el caso del euro en Europa. Los Estados Unidos (y algunos países de la UE también) presentan con respecto a China un gran déficit, que sigue aumentando y que conduce a un incremento del desempleo y a la destrucción de las industrias domésticas, que se ven arrasadas por las importaciones masivas desde China. Por consiguiente, la deuda de estos países está creciendo (exactamente de acuerdo a nuestro modelo), una deuda que está siendo en gran parte financiada también por China. Naturalmente, la situación de los Estados Unidos se está acercando a la de Grecia. El único motivo por el que China no le exige a EE. UU. el inicio de la bajada de los salarios y el «remedio de la austeridad» es por el tamaño y poder militar del país (EE. UU.). El hecho es que, sin ajustes, esta relación es insostenible.

 

Traducido por Alexandra López Garres