4.3.1 Retraso de la edad de jubilación: el mayor disparate económico de la historia

Hoy en día estamos acostumbrados a que los políticos nos digan que los trabajadores tendrán que posponer la jubilación debido a la falta de fondos del sistema de pensiones: como no hay dinero y, por tanto, para que los trabajadores tengan garantizada una pensión decente, tendrán que trabajar durante un poco más de tiempo. De este modo, poco a poco y con discreción, los políticos están aprobando leyes que convierten esta situación en realidad y que posponen la edad de jubilación.

Parece lógico, sencillo y sensato: como no han ahorrado suficiente dinero, tendrán que ahorrar más.

Pero es una gran mentira. La demagogia y el desempleo (con un crecimiento constante, sobre todo entre los jóvenes) son la consecuencia directa.

Imagine una mini economía en la que una compañía elabora tartas. Dicha compañía tiene a 12 empleados y su producción es suficiente para satisfacer las necesidades de 220 personas (120 trabajadores, 50 niños y 50 pensionistas).

 

Ahora no importa cómo funciona el sistema financiero que permite esto.
Sencillamente, existe un mecanismo de distribución que posibilita que cada miembro de la sociedad obtenga la parte que le corresponde.

Después de un tiempo, el progreso tecnológico le permite a esta compañía sustituir a 20 empleados por máquinas y producir, digamos unas 250 unidades, en lugar de las 220 anteriores.

¿Cómo es la situación ahora?

El resultado es preocupante: la compañía ha producido más, pero en realidad no hay mercado para este excedente debido a que el poder adquisitivo ha disminuido en 20 clientes que ya no tienen empleo. No existen clientes para la producción adicional conseguida como resultado de la automatización.

Si antes de la automatización, el sistema de pensiones (del tipo que sea) obtenía la contribución de 120 personas, ahora solo 100 contribuyen y, lógicamente, recibe un 20% menos de financiación.

Sin embargo, este déficit en el sistema de pensiones es FINANCIERO y solo depende de cómo se distribuyen los recursos financieros.

La economía REAL basada en RECURSOS produjo lo mismo, incluso más bienes que antes y, por tanto, ¡es posible que la gente se retire a la misma edad que con anterioridad o incluso antes!

Para que este escenario se materialice tenemos que volver a calibrar la economía FINANCIERA para que la redistribución de los recursos financieros sea adecuada a la nueva capacidad de producción de la economía REAL.

Ya que en realidad no existe ningún problema, los miembros de la sociedad no hicieron nada mal. Todo lo contrario: gracias a los avances tecnológicos alcanzaron un grado más alto de producción que sienta las bases para un mayor consumo. Solo es, no obstante, potencial y para convertirlo en realidad hace falta un cambio en los flujos financieros; de lo contrario, debido a los avances tecnológicos, tendrá lugar una situación opuesta e ilógica en la que los ciudadanos sufrirán.

Mientras que en la situación anterior la compañía tenía 220 unidades financieras (50+120 empleados y sus hijos, 50 pensionistas) y producía 220 unidades de producción, en la situación actual tiene 200 unidades financieras (50+100 empleados, niños y 50 pensionistas) y produce 250 unidades de producción, lo que representa una pérdida respecto a la variante anterior.

Lo que sigue es, lógicamente, la reducción de la producción, dado que no existen clientes:

                                                                                           

El resultado del progreso tecnológico sin control es un aumento del desempleo y el descubrimiento de que el aumento de la capacidad de producción (nada de pequeñas inversiones) resultó en realidad bastante inútil. Luego viene una desinversión incluso mayor que el anterior aumento de la capacidad de producción, acompañada por un aumento del desempleo. Esta reducción de la producción potencial REAL es una amenaza real para el conjunto de la sociedad, ya que conduce a una disminución de la cantidad de bienes que la economía será capaz de proporcionar en el futuro. No se trata solo de una ilusión óptica que surge como resultado de un sistema financiero mal calibrado. (Lo vemos todos los días, ya sea en el caso de los fabricantes de automóviles, industrias de acero u otras fábricas industriales que despiden a miles de personas, o ciudades en ruina que una vez fueron una nación orgullosa y hogar de millones de personas).

Por supuesto, este enfoque es una auténtica estupidez.

Imagínese. ¡Para hacer frente al problema, incrementan el tiempo de trabajo disponible mediante el retraso de la edad de jubilación! Como si no tuviéramos suficiente con que aumente el desempleo en la sociedad –lo que indica que existe excedente de mano de obra debido a la progresiva automatización–, ¡además vamos a prolongar aún más el tiempo de trabajo disponible!

Porque posponer la edad de jubilación supone precisamente eso: aumentar el tiempo de trabajo disponible de los individuos y del conjunto de la sociedad. En realidad, el problema que enfrentamos es el contrario y, por lo tanto, requiere la solución opuesta: reducir el tiempo de trabajo disponible, el cual no necesita ser tan largo gracias a los avances tecnológicos, y redistribuir los recursos financieros de modo que cada individuo reciba una participación justa del aumento de la capacidad de producción de nuestra economía.

¡Así que posponer la edad de jubilación es una soberana estupidez! (Y que además conduce a la intensificación de los problemas ya existentes, alejándose de la solución real).

 

Imagine una hipotética sociedad en un futuro lejano, donde los robots realizan todo el trabajo. Los robots trabajan en fábricas, le atienden en restaurantes, proporcionan todo tipo de servicios... Pero esta producción no es gratis. Los medios de producción siguen siendo propiedad privada y, por consiguiente, los propietarios piden dinero por su producción.

¿Quién les dará el dinero? ¿De dónde lo sacarán?

El poder adquisitivo proviene exclusivamente de los salarios. Las pensiones son sencillamente salarios transformados y los ahorros son solo salarios que todavía no se han consumido.

Dado que los robots realizan todo el trabajo y no reciben ningún salario, los ciudadanos que no disponen de ingresos tampoco disponen de poder adquisitivo y, de esta forma, no tienen la posibilidad de satisfacer sus necesidades básicas.

Este tipo de sociedad no tardaría en ir a la quiebra, porque después de agotar los ahorros –que solo viajan en una dirección (hacia los propietarios de los robots)–, no se podrían llevar a cabo más transacciones: simplemente no habría dinero para ello y el progreso tecnológico de una sociedad así pronto probaría ser bastante inútil.

La única manera en que este mundo podría sobrevivir sería con impuestos del 100%, que se deducirían periódicamente de las ventas conseguidas por los propietarios de robots y regresarían otra vez a los ciudadanos.

Unos impuestos del 100% son inevitables porque si fueran inferiores (digamos del 90%) los ciudadanos recuperarían solo el 90% de los recursos para revitalizar su poder adquisitivo, lo que significa un 90% de ventas futuras. El siguiente año sería solo el 90% del 90%, es decir, un 81% y así sucesivamente, lo que resulta en una recesión fácil de entender en este mundo robotizado.

Una sociedad así es demasiado utópica y represanta puro comunismo, lo que se corresponde con el nivel de tributación. Sin embargo, con ese nivel de progreso tecnológico, ese sería el único sistema económico posible.

 

El otro extremo sería una sociedad prehistórica, donde no existen medios de producción y, por consiguiente, todos los habitantes deben trabajar para sobrevivir (para realmente producir lo que su sociedad necesita). Debido a que el trabajo de cada uno sería imprescindible para la supervivencia y que todos deberían consumir la misma cantidad de bienes (comida) para sobrevivir, todo el mundo obtendría una parte de la producción común (comida = salario) y los impuestos serían del 0%. Si hubiera algún tipo de impuestos, algunos miembros de la sociedad no obtendrían toda la parte que les corresponde y morirían de hambre. Puesto que el trabajo de cada individuo es esencial para la conservación del conjunto de la sociedad, no hay impuestos y todos utilizan todo su salario (su parte de la producción común) para seguir con vida.

 
Actualmente, nuestra situación se halla en algún lugar entre los dos extremos, por el centro. La producción está parcialmente automatizada y cada vez se desplaza más y más hacia la derecha del gráfico. Durante los últimos 20-30 años ha tenido lugar un gran avance tecnológico, sobre todo debido a la informatización y automatización de la producción. Esto ha dado lugar a que las ganancias vayan a parar en manos de los propietarios de los medios de producción. Si este cambio en el flujo de las ganancias no va acompañado de impuestos más altos, entonces automáticamente las ventas disminuyen y el sistema económico entra en crisis, ya que el poder adquisitivo se ha visto reducido debido al progreso tecnológico y no consigue volver a su nivel anterior.

El aumento de la participación en bienes debido al capital (tan evidente en los últimos 20-30 años) requiere de forma inevitable mayores impuestos, los cuales devolverán parte de las ganancias (y, de este modo, del poder adquisitivo) a los trabajadores. De lo contrario, el aumento de la capacidad de producción de nuestra economía será en vano y la sustitución temporal del poder adquisitivo (salarios) con préstamos conducirá irremediablemente a la quiebra. Los préstamos particulares no son una forma sostenible de demanda agregada.

Así que si oye a los políticos de la derecha argumentar que los impuestos eran inferiores en el pasado y ahora son demasiado altos y que para impulsar la economía hay que volver a bajarlos, ahora ya puede entender por qué este razonamiento no es correcto.
Aquellos que piden la bajada de impuestos a menudo, para justificar sus razonamientos, se remontan a la Edad Media, donde existían impuestos equivalentes al 10%, que iban a parar en manos de los señores feudales y lo comparan con los impuestos actuales del 25-30%.

¡Pues claro! El aumento histórico de los impuestos es una reacción necesaria al progreso tecnológico, el cual elimina cada vez más la necesidad de mano de obra humana. La producción se mantiene (o aumenta) pero el número de trabajadores disminuye constantemente. Por consiguiente, necesitamos una redistribución mayor para que los bienes producidos puedan llegar al mismo número de miembros de la sociedad.

(Esto es, si los de Derecha no requieren la eliminación de un cierto número de ciudadanos en una guerra, lo que por supuesto representaría el punto clave de su programa para votantes potenciales. Eso sin mencionar que incluso una solución tan brutal no equilibraría el sistema económico. ¿Por qué construir una industria si los constructores solo obtendrán a cambio destrucción y su capacidad de producción seguirá siendo inútil?).

Otro argumento que se puede oír es el siguiente: el progreso tecnológico y el consecuente desempleo están bien, aquellos que se oponen son idiotas y la sociedad siempre ha podido hacer frente a este problema y seguir adelante. Le hablarán de la demolición de maquinaria en Gran Bretaña durante la Revolución industrial y destacarán el progreso indiscutible y el mejor nivel de vida de hoy en día.

Está claro que los avances tecnológicos son buenos, nuestra teoría no dice lo contrario. El progreso tecnológico aumenta la capacidad de producción de la economía REAL basada en los recursos, como el único medio posible para aumentar la capacidad de consumo.

¡Pero estos críticos nunca le dirán CÓMO la sociedad consiguió en realidad enfrentarse a este problema!

Antes de la Revolución industrial, la gente solía trabajar entre 10 y 12 horas cada día, seis días a la semana, el trabajo infantil era un hecho y ningún trabajador común soñó alguna vez con vacaciones pagadas.

Tras la Revolución industrial, y como medio para solucionar los problemas relacionados con el desempleo, la situación de los trabajadores cambió de forma dramática:

  • Reducción de las horas laborales a 10, más adelante a solo 8 al día
  • Prohibición del trabajo infantil
  • Reducción de la semana laboral a 5 días
  • Introducción de vacaciones pagadas y prolongación de su duración
  • Introducción de las pensiones
  • Reducción continua del tiempo de trabajo semanal

Todas las medidas iban encaminadas, lógicamente, a acortar el tiempo de trabajo (ya que la necesidad de obra de mano va disminuyendo), con el consiguiente aumento paralelo de impuestos (con el fin de que todos los miembros de la sociedad recibieran una parte del aumento en la producción, y no solo los propietarios de los medios de producción).

Sin estas medidas, la sociedad se sumiría con rapidez en el caos, las revoluciones y las guerras civiles.

¿Qué camino debemos tomar ahora?

¿El de la Ilustración, transfiriendo a la gente los beneficios derivados del aumento de la productividad en forma de una disminución del tiempo de trabajo?

Podemos elegir entre: trabajar menos horas a la semana, tener más semanas libres, cobrar la pensión antes.

Por supuesto, es históricamente inevitable y acorde con el progreso tecnológico aumentar todavía más los impuestos, lo que posibilitará a la parte FINANCIERA la redistribución que permitirá el consumo para todos.

¿O será el camino de la barbarie?

Aumento del desempleo, la no utilización y destrucción de la ya existente capacidad de producción o incluso peor: ¿la guerra?

¿Y todo esto solo porque no somos capaces de entender la necesidad de la redistribución que acompaña al progreso tecnológico?

La situación en Europa pareciera indicar que nos hemos olvidado de todo el conocimiento acumulado en la década de 1930 y que vamos a repetir los mismos errores terribles una y otra vez.

Retrasar la edad de jubilación es definitivamente uno de los caminos que no debemos tomar, ya que nos conducirá a más sufrimiento y decadencia.

 

Traducido por Alexandra López Garres