6.1 Insostenibilidad del déficit del comercio

 

¿Le parece descabellado? 

¿Por qué debería el país A trabajar y dejar que el país B consuma? ¿Por qué debería el país A financiar permanentemente a través de sus bancos el consumo del país B? ¿Cómo podría este modelo funcionar a largo plazo si es evidente que el país B no tiene ninguna posibilidad, sin industria y sin salarios, de reembolsar los préstamos que está usando para comprar productos importados del país A? ¿Cómo van a aceptar los bancos del país A que el país B devuelva los préstamos solo mediante otros préstamos y que su endeudamiento sea cada vez mayor?

Estas preguntas son legítimas, pero no existen respuestas lógicas que expliquen por qué este sistema debería funcionar. Este modelo simplificado no deja lugar a dudas de que este tipo de comercio es dudoso e insostenible.

¡Pero está ocurriendo!            Y está ocurriendo mientras lee esto.

  • El país A es China, el país B es EE. UU.

En la década de los 80 EE. UU. abrió sus mercados a los productos chinos y en la actualidad China exporta miles de millones de dólares. Como consecuencia, las industrias en EE. UU. se declararon en quiebra y se perdieron millones de puestos de trabajo. Al principio parecía un beneficio: el precio fue el motivo principal que llevó a los consumidores estadounidenses a elegir los productos chinos. No obstante, a medida que aumentó el desempleo, también fue aumentando la deuda (que cubría parcialmente el potencial de un desempleo incluso mayor y enormes pérdidas). China hizo también de prestamista. Y todavía sigue siendo el caso. Si se detiene, el enorme déficit de EE. UU. no podría refinanciarse y todo el sistema se vendría abajo.

Esto daría lugar a un enorme aumento del desempleo en China, una caída de las ganancias de las empresas que exportan a EE. UU. y el colapso de los bancos chinos. Sus préstamos ya no son reembolsables, simplemente los están renovando. Si este ciclo se detuviera, es obvio que EE. UU. no podría pagar la deuda y seguiría los pasos de Grecia (eso si EE. UU. no recurre a la opción de emitir directamente moneda para pagar la deuda. Pero el efecto que esto tendría en el dólar y la inflación es otra historia).

  • En Europa, los países A son Alemania, Países Bajos y Bélgica –exportadores europeos (el norte)– y los países B son Grecia, Italia, España, Portugal y Francia –los principales importadores de la UE–. En este caso se da el mismo problema. El país A exporta a B, un país que no tiene dinero para pagar, cuya industria nacional se derrumba debido a estas importaciones excesivas y cuyas finanzas se mantienen solo a través de mega préstamos proporcionados por el país A.

Este modelo económico, a pesar de ser inestable e insostenible, se utiliza con frecuencia y sus fallos son visibles en los problemas diarios, que están aumentando cada vez más. Los enormes desequilibrios están adquiriendo proporciones más grandes que nunca, y la falta de poder adquisitivo se sustituye con préstamos que se renuevan eternamente (?).

Los políticos establecieron este sistema en beneficio de sus grupos industriales, que ya no eran capaces de obtener ganancias en sus economías domésticas.

Pero este sistema no durará para siempre, ya que el crecimiento de la deuda es solo temporal y el ciclo de retroceso de la recesión elimina todas las ganancias ya obtenidas. Parece que de alguna forma la industria entendió el mensaje y, por eso, intenta conseguir beneficios en el extranjero. No obstante, estas ganancias externas tampoco son sostenibles, sino que colapsarán debido al problema fundamental que es la caída del poder adquisitivo como resultado de obtener beneficios de esta manera. Cualquier beneficio no utilizado destruye el poder adquisitivo y, si no se sustituye mediante transferencias provenientes del Estado, se verá reducido gradualmente hasta el punto de causar que el sistema entero entre en una espiral descendente de recesión.

Es inútil esperar que las balanzas comerciales se estabilicen con el tiempo, que el déficit del presupuesto estatal disminuya y que, por consiguiente, el desempleo y los problemas financieros se resuelvan. Esto solo se podría lograr en una situación de cero ganancias a escala global. Y esta ausencia de ganancias en el comercio internacional podría ser otra vez positiva solo mediante préstamos y transferencias. Sin embargo, esto es algo que la industria no está en condiciones de reconocer, o el equilibrio parece desamiado lejano como para que importe.
Y la bomba de tiempo no se detiene.

El resultado es la aparición de nuevos y graves peligros:

  • Si en la economía doméstica una serie de negocios y bancos se declaran en quiebra, es un problema interno de esta economía. Los países extranjeros no cargan con las pérdidas y no es asunto suyo. No obstante, si un país del tipo B está en bancarrota, esto puede traer graves consecuencias. Están en juego cantidades mucho más grandes de dinero y, además, la posterior amenaza de quiebra bancaria en países socios, así como un aumento considerable del desempleo debido al colapso de sectores enteros de la industria –que perdieron sus mercados extranjeros– podría conducir a incidentes internacionales en forma de guerras («¡Devolvednos nuestro dinero!, ¡es vuestra culpa!», las consecuencias pueden ser devastadoras).
  • Si se consigue el crecimiento mediante el estímulo monetario en la economía doméstica, el exceso de dinero puede causar una inflación en este país. Por otro lado, si se financia el comercio internacional mediante la imprenta, los países del tipo A pueden presentar serias objeciones a la devaluación de sus ahorros y las consecuencias podrían ser similares.

Por lo tanto, la globalización conlleva riesgos adicionales dado que este modelo insostenible de creación de ganancias llegará con el tiempo a un punto muerto en alguna de sus formas y las naciones participantes podrían considerarlo el resultado de una conducta injusta de la otra parte, y exigir una indemnización por daños y perjuicios por la pérdida de tiempo y de recursos invertidos en la producción (que no llegó a pagarse). Esto podría dar lugar a un conflicto armado.

Pero en realidad no es ni será nunca culpa de nadie. No se pueden generar ganancias a largo plazo ni mediante el comercio internacional ni en la economía local. La globalizacón solo pospone lo inevitable y enturbia aun más la situación al acusar a otros. Se puede aplicar el principio «Más cerca está la camisa que el sayo»: robar a «esos» extranjeros se considera más aceptable que robar a los nuestros, aunque las partes implicadas no se dan cuenta de que el resultado global seguirá siendo el mismo. Puede que dure más tiempo, pero la caída será más difícil. (Golpear su propia cabeza contra la pared no duele tanto como si el enemigo lo hiciera).

 

Traducido por Alexandra López Garres