3.3. Préstamos públicos

Dado que los impuestos no son suficientes para reemplazar la ausencia de poder adquisitivo, los Estados recurren a menudo a préstamos, los cuales se utilizan como fuente para transferencias.

                          

Junto con los impuestos, las transferencias se usan para reemplazar la falta de poder adquisitivo y así el sistema parece equilibrado. Pero solo es una solución temporal porque incluso el Estado tendrá que saldar sus deudas algún día y, entonces, tendrá lugar el mismo efecto bumerán que con los préstamos individuales de la gente de a pie. La diferencia está en que la gente no percibe los préstamos que contrae el Estado de forma tan crítica como sus propios préstamos personales. Los ciudadanos no tienen que pagar cuotas mensuales para devolverlo, o al menos eso cree la mayoría. En realidad sí que lo hacen, mediante el aumento de impuestos o la falta de servicios públicos, los cuales se eliminan en un intento por reembolsar la deuda estatal. Como el Estado rara vez devuelve el capital y los intereses, para los políticos esta es una opción muy tentadora. Cuando llega la fecha límite para pagar la deuda, se crea nueva deuda para pagar la anterior. En realidad, los Estados tendrían enormes problemas para pagar las deudas existentes sin alguien que les preste otra vez. Sin duda esta es la situación actual en Europa. Aun así, la mayoría de los Estados continúa contrayendo más y más deudas.

¿De dónde provienen los recursos que financian el Estado?

Es sencillo. Las compañías que obtuvieron ganancias y no saben qué hacer con ellas están deseando proporcionárselas al Estado.

                          

En esencia, es lo mismo que si el Estado recaudara impuestos del 100%. La diferencia es que esto es voluntario, aunque esta naturaleza voluntaria es un poco ficticia. Si las compañías decidieran no comprar deudas del Estado, sus ganancias permanecerían en los bancos y las invertirían de la misma manera. Si las empresas y los bancos no estuvieran dispuestos a financiar el Estado, pronto descubrirían que esa decisión conllevaría consecuencias graves. La diferencia puede verse en Grecia y España, cuyos ciudadanos ya no están dispuestos a financiar la deuda del Estado, mientras que en Japón todavía existe esta voluntad y confianza (a pesar de una mayor proporción de deuda con respecto al PIB).

 

Traducido por Alexandra López Garres